Nadie sabe
que el hombre de la sonrisa eterna
desvanece entre cuatro paredes
donde aparece el niño asustado.
Que en sus negras noches
le ronda el secreto de su libertad
y le acecha el pánico frío
de reconciliarse con la muerte.
Que tambalea en la cuerda floja
y hace filigranas, por mantenerse
al filo transcendente de la vida
donde crujen los cimientos.
Que su antídoto es mentira
y su pasado le lleva al terror
que resarce su médula, a escondidas
y que llora durmiendo en el infierno.
Que en el profundo pozo de sus ojos
ahogados en recónditas mareas
le arrasa el volcán de sus entrañas
y aparece el niño triste que alimenta.
Nadie sabe…
Y ahora, aquí muere la verdad
donde refugiar su quimera.
Isabel Garrido.
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